Se imaginan que hubiera un sistema que nos permitiera viajar en el tiempo? La ciencia explora la viabilidad técnica y teórica y todas las paradojas asociadas en este tipo de viajes. Pero, hoy por hoy, sólo lo podemos hacer a través de la ficción histórica.
Coia Valls, con «La Princesa de Jade», insinúa al lector perspicaz un fascinante periplo que nos transporta al siglo VI de nuestra era. Se trata de una atrevida propuesta, ya que tendemos a considerar el mundo en términos eurocéntricos y aún hoy oriente nos resulta cautivador por sus misterios, imaginad si además retrocedemos al pasado remoto para traspasar los límites establecidos de la doble frontera del espacio y del tiempo.

La Princesa de Jade és el secret més ben guardat de Coia Valls
El hecho de ser una excelente narradora y no un historiadora académica que nos adentra en el viaje, es un plus añadido. La escritora observa la historia con otros ojos para que una novela -aunque estar impecablemente bien documentada como «La Princesa de Jade» – no debe ser nunca un documental, ni un ensayo crítico, ni un volumen de historiografía. A pesar de ser plausible no debe ser necesariamente cierta. El narrador y el historiador se mueven forzosamente en dimensiones diversas pero complementarias.
Acompañados de Coia Valls retrocedemos 1500 años atrás y nos encontramos con un panorama espléndidamente retratado por la autora. Estamos en Constantinable décadas después de la caída de Roma que tuvo lugar a finales del siglo V, el que queda del Imperio en la parte oriental comenzará a ampliarse bajo el mando del emperador Justiniano. Este es el trasfondo, o si lo desea la macro historia real; el mérito de Coia Valls es añadir una trama de microhistoria de ficción totalmente creíble que atrapa al lector con una buena dosis de aventuras, secretos, misterios y pasiones que subyugan los personajes escogidos por Justiniano. Este quiere descubrir – a instancias de su caprichosa y bella esposa Teodora- el secreto mejor guardado del mundo antiguo. Xenos, un tejedor de Corinto y su hijo Úrian, un par de monjes nestorianos junto con otros compañeros iniciarán el año 551 una expedición al mundo desconocido y peligroso, que unos siglos más tarde se conocerá como la ruta de la seda . Un lugar donde se va pero no siempre hay retorno.
El periplo por tierras extrañas en lleva a los lugares insólitos donde la gente vive en cuevas bajo tierra, sufrimos tormentas de arena, montamos camellos bactrians, tratamos con personajes oscuros, paseamos por Samarcanda, admiramos las montañas del Pamir, nos enamoramos, lloramos los muertos , filosofamos, luchamos y nos admiramos de las hazañas que sufren nuestros compañeros de viaje. Ya que ciertamente, si nos dejamos llevar formamos parte de la expedición.
El viaje, quizás es una metáfora de la existencia y como todo buena novela admite varios sustratos de lectura. Mientras que la acción parece masculina, la femenina es omnipresente con las tres mujeres que forman parte de la motivación argumental. Un triángulo sin el cual la acción es imposible: Teodora, antigua puta entronizada en figura imperial, Najaah una chica nómada y la princesa Yu, de la dinastía Liang. Acción y motivación que configuran las tres mujeres para precipitar los hechos que se narran en «La Princesa de Jade».
El reto de Coia Valls, no era nada fácil y el riesgo de caer en las trampas de la larga travesía del desierto de la páginas en blanco era extremadamente alto; afortunadamente, como sus personajes en el desierto del Taklamakan se sale muy bien. Tiene pericia narrativa y dominio del lenguaje, equilibrio en el tempo, los sentimientos, la descripción de los paisajes, pone las proporciones justas y necesarias para mantener el interés y seducirnos hasta el final con una gran novela que ha merecido el Premio Néstor Lujan de Novela Histórica, 2010.
FVC