La luna se entristecía. Unos serafines en llantos
Llangreu, el arco en los dedos en la paz de las flores
Vaporosas, extraían de mortecinas violas
Blancos lamentos que enlluentien el azul de las corolas.
– Era el día sagrado de tu primer beso.
Queriendo martirizar me, la imaginación
Se iba embriagando del perfume de tristeza
Que deja sin ningún pesar ni amargura
La cosecha de un Sueño en el corazón que la ha cosechado.
Yo erraba, pues, los ojos sobre el suelo envejecido
Cuando por la calle, bañándote el sol la cabellera,
Te me has aparecido al atardecer, encantadora,
Y me ha parecido que veía el hada resplandeciente
Que por mis apacibles sonidos de niño antiguamente
Pasaba, dejando de las manos mal cerradas
Nevar blancos ramilletes de estrellas perfumadas.
Stéphane Mallarmé
Traducción de José Navarro y Santaeulàlia