950 kilos de pelo

shoah

Mil novecientos cincuenta kilos de

pelo de mujer

Pesando para siempre sobre la

pesadumbre craneana.

Mil novecientos cincuenta kilos de

pelo de mujer

partiendo en dos mitades la

historia de la Historia.

Cada cabello de esta pelambrera

equivale a un crujido de placenta.

Cada pelillo de este Bulto

canta un réquiem de alvéolos

del humo y la ceniza.

Cada uno de los pelos de esta

hecatombe capilar

llora con todos sus dos ojos al pie

de la tijera

uno a uno lagrimando el Poder del

desprecio.

Y cada cabellito de esta pelambre

muda

en un discurso universal de pena

y un párrafo de luto colosal

y una conversación sensual con el

futuro

y un mitin amoroso cebado de

memoria.

En cada anonimato de ese pelo

Vuela con una lágrima en el pico

La muchedumbre de la

consolación.

¡ Baja a esta cueva misericordiosa !

Esta es la cabellera de la Shoà.

calla más que el silencio y esta

Ciega.

Lo ve todo. Retumba.

Fragmento del poema/ libro “La cabellera de la Shoà”de Félix Grande

Aparición

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La luna se entristecía. Unos serafines en llantos
Llangreu, el arco en los dedos en la paz de las flores
Vaporosas, extraían de mortecinas violas
Blancos lamentos que enlluentien el azul de las corolas.
– Era el día sagrado de tu primer beso.
Queriendo martirizar me, la imaginación
Se iba embriagando del perfume de tristeza
Que deja sin ningún pesar ni amargura
La cosecha de un Sueño en el corazón que la ha cosechado.
Yo erraba, pues, los ojos sobre el suelo envejecido
Cuando por la calle, bañándote el sol la cabellera,
Te me has aparecido al atardecer, encantadora,
Y me ha parecido que veía el hada resplandeciente
Que por mis apacibles sonidos de niño antiguamente
Pasaba, dejando de las manos mal cerradas
Nevar blancos ramilletes de estrellas perfumadas.

Stéphane Mallarmé

Traducción de José Navarro y Santaeulàlia

La ciudad dormida

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En la calle, los ojos de los transeúntes
detienen, como pájaros indecisos.
Oscurece. los días
se rompen como hojas dispersas
y esperan que el agua se disuelva
como un pozo ingrávido.
Se me ha desvanecido un rostro.
El buscaba secretamente
en ese instante de después de la soledad,
cuando el aire se desnudaba dudoso
como un paso fuera en el plenilunio.
En las aceras la luz se deshace.
Abraza en los surcos, mientras se levanta
una niebla minúscula.
Y callan los ojos, mientras el aire esconde
los días suspendidos. Calla el agua
oculta entre las chimeneas
y muere en los tejados. Y callan
los pájaros, las hojas,
los pozos, los pasos,
las aceras, la soledad,
y aquel rostro que buscaba

 

Conxita Jimenez del poemario «La ciudad dormida» del libro «La ciudad y el olvido»

Zenit 2010 La gente del rayo – Lectio Ediciones

Salvación

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Que pase ya el día con su luz.
¿Por qué tarda tanto la noche?
En la sombra de los pinos me espera
una silla de brazos.
Apagarán las luces de las cámaras
y el sueño vendrá como un desmayo.
Aquí una cama vacía no hace
ninguna impresión.

M’envoltarà la oscuridad y sin embargo
m’enganyaré pensando, dentro las negras tinieblas,
que de nuevo soy parte
de este mundo.

Hundirá en el miedo la noche
cuando llegue el viento de repente.
El eucalipto sacudirá sus cabellos
junto con los secretos de los sueños.

Escucharé el secreto combate
del otoño, enemigo inmóvil.
Me bressarà como alegre canción,
murmullo sin esperanza.

Aunque no la espero, sé que está por venir
el gato que rodea por todas cuando cae la noche,
un gato que no sabe qué es una caricia
y por eso ni da ni la búsqueda.

Cerca de mis pies su solo,
insensible a la frialdad intensa,
discretamente mi mirada lo evita
y es como si no me conociera de hace tiempo.

Costas Cariotakis

Traducción de Jesús Cabezas Tanco

El dolor del hombre y de las cosas, Ediciones Alfonso el Magnánimo (IVEI), Valencia, 1996.

Hic sunt leones VIII

Un disco de amianto
mortifica
los hombros que se enlaza
violáceas
los grupo de fieles.
Los párpados cortadas
los andrajosos
nutren mudos
que se tragan las palabras
extraviados
las letanías de adiestrados
vendedores de almas
incapaces
de pronunciar su nombre.
las vísceras
retumban heridas
por limalla blusa.
la caravana
sin guías ni caudillos
descabalgada
olfatea el rebaño
férreo
vesánico
emporcat de deseo.
Agoniza un leopardo
lapidado.
una meretriz
con los pechos secos
amamanta
el héroe muerto
estremecida al oír
el helado bostezo
del invierno.

Josep Icart (1928-1925) , S/T. 50,5 x 70 cm.. Mixta sobre paper

Josep Icart (1928-1925) , S/T. 50,5 x 70 cm.. Mixta sobre paper

Ferran Gerhard

BLADE Runer BLUES
Sonntag Ediciones 2010

Divisa

poema-semana-divisa
Al azar agradezco tres dones: haber nacido mujer,

de clase baja y nación oprimida.

Y el turbio azur de ser tres veces rebelde.

Maria Mercè Marçal (1952-1998)